Poco pan y mucho circo

LA SALIDA ES DE LXS TRABAJADORXS

Ya es inocultable el hecho de que nos encontramos ante una crisis global sin precedentes. Con un proceso inflacionario inédito y una recesión que no da tregua, mientras hace temblar los cimientos de las economías de las naciones más poderosas, los defensores del capitalismo ya no pueden disimular la profundidad de la crisis que alcanza a todos los rincones del planeta.  

En ese contexto, Argentina no es ajena a la situación. El Frente de Todos recorre el último tramo de su mandato, debiendo sortear el campo minado que representa la economía y el Estado en ruinas, sin dejar de ajustar a la clase trabajadora y el pueblo como exige el acuerdo con el FMI. En pleno año electoral, el plan del peronismo es “aguantar hasta octubre”, conteniendo la escalada inflacionaria sin que le estalle una nueva corrida del dólar y achicando los gastos del Estado para destinar el “ahorro” al pago de intereses de la deuda contraída por Macri y que los Fernández se encargaron de duplicar en tres años.

No por casualidad, tanto el oficialismo como la oposición –incluido Milei–,  defienden el cumplimiento de las metas con el FMI y el viejo relato liberal según el cual, la causa de los males del país es lo que gasta el Estado en educación, salud, asistencia social, obras públicas, salarios, jubilaciones, etc, atribuyendo el desmadre de la inflación a la emisión de pesos para financiar estos gastos.

Por eso aplauden el sobre-cumplimiento de la reducción del déficit público que pidió el Fondo en 2022, y los recortes que se hicieron en el arranque del año, aplicando brutales quitas a jubilaciones y pensiones, a los programas de ayuda alimentaria, asignaciones familiares, becas estudiantiles, etc. Entre esos recortes hay que citar también la baja de más de 150 mil planes “Potenciar Trabajo”, lo que equivale a un ajuste del 18% en relación a los gastos de diciembre.

Pero resulta que a pesar de semejante reducción del déficit público, la inflación sigue escalando por encima del 100%, y la promesa de Massa de estabilizar la economía bajando la suba de precios a un 3% mensual, se hizo humo cuando se registró el doble en enero que, como todo el mundo sabe, no refleja el aumento de precios real de los productos de primera necesidad que insumen la  mayor parte de los salarios y jubilaciones.

La verdadera causa de la carestía de la vida es la devaluación del peso, y no precisamente por culpa de lo que paga el Estado en salarios, jubilaciones o planes sociales que están por debajo de la línea de pobreza e indigencia, o de las partidas presupuestarias paupérrimas destinadas a sostener el sistema público de educación y salud. La razón reside en la descomunal fuga de capitales, la bicicleta financiera, el pago de intereses de la deuda fraudulenta y usuraria, y el envío de remesas de las multinacionales a sus casas centrales, además de los subsidios millonarios que otorga el Estado a las grandes empresas. Este drenaje incesante de divisas explica la falta de reservas del Banco Central después de tres años de balanza comercial positiva (saldo entre lo que exporta e importa el país) y la fabulosa emisión monetaria para cubrir la sangría de dólares.

El año pasado, sólo para pagar intereses de deuda en pesos con bancos locales, se emitieron 3.38 billones de pesos. Este año, con menos ingresos de dólares por exportaciones debido a la sequía, el gobierno debe patear para adelante vencimientos por un total de $13 billones de bonos de deuda en pesos (equivalente a 35.000 millones de dólares) de los cuales una gran parte tendrá que saldar fabricando más billetes que en el 2022.

Con los precios subiendo al compás del valor del dólar paralelo y  los tarifazos de luz, gas y naftas, la desesperación del gobierno peronista por conseguir dólares para pagarle a los grandes usureros y sostener la timba financiera, muestra hasta qué punto está decidido a llegar con las medidas de sostener a rajatabla el ataque al salario, jubilaciones, planes sociales, derechos laborales y las conquistas del pueblo trabajador. Siempre contando con el aval de los dirigentes de la CGT y CTAs y los movimientos sociales afines al Frente de Todos.

El agravamiento de la crisis económica y social aumenta la bronca y empuja la lucha de las y los trabajadores y el pueblo pobre. Desde el PSL creemos en la necesidad de preparar y coordinar la pelea contra el retroceso de nuestras condiciones de vida, ligándola a la perspectiva de derrotar el plan de ajuste del gobierno y el FMI. Apostamos a una salida que permita a la clase trabajadora y a los sectores populares hacerse del poder y gobernar, derrumbando al capitalismo con sus propias formas de organización democrática y métodos de lucha. 

Para luchar por esta salida necesitamos construir el partido revolucionario, una tarea impostergable y a la orden del día en Argentina y el mundo.    

María Álvarez